Tuesday, July 17, 2007

Crónica futbolera

Viendo una nueva versión de la Copa América y la pobre participación de la blanquirroja, me vino a la memoria una tarde de agosto de 1981, cuando esperaba con ansias el inicio de un partido, válido para la clasificación al mundial de España; allá en Montevideo.
El grupo lo conformaban Colombia, Uruguay y Perú. Me parece (esto es un rescate de la memoria) que ya se habían jugado los partidos contra Colombia, 1-1 de visita y 2-0 en Lima. Uruguay venía con un cartel inmenso. Había ganado la Copa de Oro en el 80, en la cual participaron Holanda, Alemania, Brasil, entre otros, si mal no recuerdo. Por Perú, nadie daba nada, solo era esperanza.
Pero esa tarde, salieron al prado del Centenario once peruanos, que la rompieron, escondieron la bola y jugaron con precisión, cualidades que ahora se extrañan. Empezó el partido con la lógica presión de los uruguayos y Perú tranquilo, tocando, esperando.
Nos dieron un baile, me dijo un amigo uruguayo que esa tarde era un más de los que colmaba el Centenario en espera de un triunfo de la celeste.
Porque adelante estaban Oblitas, con zurda mágica y gambeta endiablada y Barbabillo "El patrulla", veloz y quimboso. Todavía me acuerdo del marcador izquierdo, un grandazo de apellido De León, que nunca pudo parar al Patrulla y que una de esas escapadas, preso de la impotencia, tomó al negro de los hombros y lo tiró al suelo. El centro delantero era Guillermo La Rosa, "el tanque", potencia y ganas.
Y el medio campo, Julio César Uribe (que era un diez), César "el loro" Cueto y el José "Paredón" Velázquez. Atrás, Héctor "el Granítico" Chumpitaz, el "Panadero" Díaz, una dupla de centrales que se complementaban de maravilla; el marcador izquierdo era el "Cucurucho" Rojas, veloz y socio perfecto de Cueto. No recuerdo quién estaba por la derecha: el "Chiquillo" Duarte, el "Mono" Gastulo o Salguero. En el pórtico, a falta de mejor alternativa, el "Chupete" Ramón Quiroga.
En casa, mirábamos la TV, con un amigo y mis hermanos. Los celestes presionaban y la habían adelantado sus líneas, cuando en una de esas La Rosa recibe una bola, de frente el arco, el moreno cubrió la bola, dio dos pasos y fusiló a Rodolfo Rodríguez, quien inútilmente se tiró a la izquierda para ver pasar la bola. GOL. Decir que millones de gargantas corearon esa anotación, es una trillada expresión, pero no encuentro otra mejor. Mi amigo se levantó, apenas La Rosa recibió la redonda y empezó a gritar como presintiendo la conquista.
De ahí en adelante, todo fue de maravilla para la blanquirroja, ya lo dije, toque y precisión; la habilidad de Cueto para esconder la bola, la picardía de Uribe, la fuerza de Velásquez para la contención. El Centenario era un panteón, los yoruguas no llegaban, no podían. Nosotros delirando, felices y de pronto el gol de Julio César Uribe, luego de llevarse a los defensas y rematar bajo. (Este gol se me confunde con el que hizo posteriormente en la gira por Europa, luego de excelente, magnífica jugada de Leguía) Explosión duplicada, infinita, Perú 2, Uruguay 0.
El resto del primer tiempo Perú contuvo eficazmente las arremetidas uruguayas, lo mismo que mayor parte del segundo, hasta que por el minuto 40 Valdemar Victorino hizo el de descuento. Con la mano, como se pudo comprobar después. Y no fue la mano de Dios.
Fue un gran triunfo, que prácticamente aseguró la clasificación. Con un empate, como así ocurrió, estábamos en el mundial.
Aquí se me confunden los hechos, recuerdo la algarabía, las calles repletas de gente feliz, coreando Perú, Perú; las bocinas de los autos, las fiestas en las esquinas de las televisoras. Pero no estoy seguro si fue después del partido en Lima, cuando se logró el pase al Mundial o del partido en Montevideo. Tal vez fueron dos celebraciones; que importa, basta el recuerdo feliz y como no ser feliz viendo tanta gente feliz, dichosa, eufórica.
Que viva el Perú.

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